EL SEÑOR QUE ESTA DETRAS DEL SANTO NOS LLEVA A LA EPOCA DEL MISMO
El liberalismo imperante se ha propuesto llevarnos
hasta los mismos albores del edad moderna y nos adentra en la oscuridad más
absoluta de la Edad Media.
Desde hace años observamos como la
seguridad se traspasa desde la esfera pública a la privada, siendo esta más
evidente en los establecimientos públicos (ayuntamientos, ministerios,
juzgados,...) nos retrotraen al momento inmediato al establecimiento del Estado
mínimo que garantizaba al individuo cuando menos su indemnidad física.
También el espacio público ha
ido desapareciendo, así con la aprobación de las Ordenanzas de
Convivencia de los municipios, ir a comprar el pan a l tendero del barrio
es, hoy en día, una acción casi temeraria al poder incurrir en un ilícito
administrativo: indumentaria, que te acompañe tus hijos con una pelota, dar de
beber a tu perro en una fuente,...
El derecho de reunión y la
libertad de expresión se ven limitados ante la ingente cantidad de trámites
burocráticos a realizar para su legalización. Ni se te ocurra repartir
pasquín o panfleto alguno ya que la misma es considerada como reparto ilegal de
publicidad.
Más fácil nos ponen el poder a
acudir a los macro centros comerciales, donde podemos encontrar una amplia gama
de servicios de ocio y de compra, en un entorno seguro (seguridad privada) y en
mejores condiciones de habitabilidad que los espacios públicos: acceso
directos, aparcamiento, limpieza, informadores e incluso urinarios y fuentes
hoy prácticamente desaparecidos del espacio público.
La última vuelta de tuerca es el
invento de estos iluminados para financiar el gasto público: Los bancos
toman dinero al 1% del Banco Central Europeo y lo prestan al Estado al 3% ó 4%
suscribiendo deuda pública, y también a los Ayuntamientos (al 5%) para que
estos últimos satisfagan sus deudas.
Es un negocio redondo para las entidades financieras y
una estafa al interés general. El dinero queda en poder de unos pocos y se les
da el mando del grifo que permite regular el caudal que a la sociedad debe
llegar.
La desaparecida política fiscal
por parte del estado hace que la recaudación por tal concepto no cubra las
necesidades mínimas del gasto, así como ocurrió con Carlos V: Obligó a la Corona a
negociar con sus banqueros unos anticipos sobre las rentas ordinarias y los
tributos de cualquier clase, que en última instancia iban a parar a los
bolsillos de los financieros.
Esta parece ser la situación en
que se encuentra, entre muchos, el Ayuntamiento de Parla. Para sufragar
sus servicios públicos recurre a la financiación privada, garantiza los pagos
más intereses con recaudaciones futuras de IBI, ICVTM (numerito), y así hasta
que haga CRACK, el ayuntamiento y el financiero.
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