Don Rodrigo sorprendido: No lo entiendo, me llaman Presidente.
Escolta: No, Sr Rato le preguntan por las Preferentes y su familia.
Inundadas aparecen todos los días las redacciones de
los medios de comunicación de redadas en cualesquier sector económico. El
milagro español al que aluden los “en funciones” parece consistir en la
capacidad de conseguir de la forma más fraudulentamente posible el mayor
beneficio. Que si las renovables, que si las cárnicas, que si las clínicas
dentales, que si las administraciones públicas, que si…
La verdad es que sería demagógico el hacer relación
directa con la falta de un gobierno, pero lo cierto es que algo debe influir,
cuando menos en lo psicológico del ciudadanos de a pie. Han sido años en que
una especie de epidemia ha ido infectando el sistema de tal forma que el cuerpo
social se encuentra en desbarajuste generalizado, y lo que era antes un ejercicio colectivo de la organización de la protesta se ha transmutado en la protesta individual organizada.
Es sorprendente, y en algunos casos peligroso, el auge y profusión
del ciudadano individual que pulula a su libre albedrío
por el espacio público, el de todos, blandiendo la sacrosanta arma de la
Libertad de Expresión.
Personalmente me
decanto más por los Flashmob (es la manera más fácil,
operativa y menos peligrosa de mostrar la opinión pública o llamar la atención
hacía algún problema existente, con gracia y, en algunos casos, con coreografías
espectaculares) que por los Escrache, que bien parecen en algunos casos ejercicios más cerca del
pandillerismo, transformando jarabe
democrático en el carpetovetónico jarabe de palo.
A modo de la lapidaria y deleznable frase del
inefable Manuel Fraga de “la calle es mía”, ciudadanos (cabreados y con razón) haciendo uso de una pretendida libertad de
expresión, convierten sus legitimas reivindicaciones en una privatización
encubierta de la calle y porque no decirlo suspendiendo temporalmente los
derechos de los demás. También es verdad que buena parte de los instigadores no se han cansado de decir que los partidos y los sindicatos eran ya historia.
Ciudadana exigiendo que de haber capillas que instalen aire acondicionado
Doña Rita Maestre comparecía ante la justicia con motivo de su alarde,
en sus años mozos (hace 4), en la “toma” de una capilla universitaria a pecho
descubierto y en elocuente exhortación a la Curia de Roma de exploraciones ginecológicas.
Don Javier Barbero en el ejercicio de sus competencias como Concejal
de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid se vio seriamente comprometido en sus
integridad física y profusamente aclamado en cuanto su árbol genealógico por
abnegados y siempre reconocidos agentes de la autoridad.
Don Rodrigo Rato, en la mañana de hoy, acudiendo a unos de esos
cursos acelerados de Derecho Penal en el que se encuentra inscrito, ha sido
requerido por un venerable anciano para hacer unas palmitas. También aquí la
alcurnia de Don Rodrigo fue puesta de relevancia por el pueblo allí congregado.
Doña Dolors Miquel, llevada por las musas, supero con creces la última
adaptación del Padre Nuestro («Perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores». El texto se cambió por este otro:
«Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden») glorificando en exaltación teresiana el aparato reproductor femenino.
Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...
Letra: Enrique Santos Discépolo
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