viernes, 18 de noviembre de 2016

De como Winston ve ahora repartir la leche al KKK y de como el abogado le dijo a Gramsci, la cosa va bien pero si puedes te escapas.



Este ciudadano en tratamiento de encabrona mendacium 1 gramo
Hemos pasado de ver como un fantasma recorre Europa a sentir como un escalofrió  recorre la espalda de todo pichi, cada vez que se produce un hecho electoral en cualquier punto del planeta.

Hemos pasado de una época de contadísimas anomalías electorales, en cuanto las preferencias de los electores, a un permanente estado de esquizofrenia democrática.

Reagan, Bush eran vistos por Europa como fruto de la propia singularidad del Imperio. Ahora con la elección de Trump las alarmas han saltado sin darnos cuenta que la singularidad aludida se había virilizado en cualquier rincón del planeta.

En Rusia los siameses Putin-Medvédev, en Filipinas Rodrigo Duarte, en Turquía Erdoğan, en Venezuela Maduro, en Argentina Macri, en…

Todos y cada uno de ellos elegidos democráticamente y con no pocos apoyos electorales. Sería difícil destacar de todos ellos alguna astracanada que dejase en mantillas a la de los demás. Unos hablan de los homosexuales como enfermos, otros parlotean con aves, otros se comparan con Hitler, otros llaman zorra a su adversaria, otros…

Que risueña suena la sentencia de Winston Churchill: La democracia significa saber que si alguien llama a la puerta de tu casa a primera hora de la mañana, es el lechero. De esa visión  de la democracia hoy no queda ni el lechero.


La Hillary ha pedido una semi, le subes una entera
(pero de ostias)
Las democracias han pasado de la previsibilidad a la más absoluta rueda de la fortuna. Hemos pasado de la anomalía del vaquero o ex alcohólico, a la más absoluta normalidad del fascista, sátrapa o delincuente cómodamente instalado en el centro de mando de los designios del planeta.

¿Qué ha pasado? Básicamente que nuestros sistemas políticos no están siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y este se comporta según la sentencia bíblica de “manos que no dais manos que esperáis”.
Lo de EE.UU es lo más parecido al resultado de un referéndum respecto a Hillary que una elección entre dos opciones. Hoy triunfa más la no opción que la propia opción. De ahí que podamos disfrutar nosotros de Mariano preguntándonos todos los días
¿Cómo ha sido posible?
Parece que la gente se regodea más en sus enfermedades que en pedir tratamiento médico a las mismas. Se prefiere representar y mantener en estado permanente de indignación y sufrimiento a la gente antes que proponer medida alguna para sacarlos de dicho estado. Al de Córdoba le han birlado su famoso “soberano” añadiendo al mismo el adjetivo “negativo”.
Su traducción práctica es que se prefiere votar al de la pancarta, siempre y cuanto no la suelte siquiera para sentarse a pensar cómo solucionar la reivindicación de marras.
Con este panorama no sorprende que en los extremos del eje izquierda-derecha, pese no coincidir en ideología, se coincide en la forma de “emplatar” su propuesta: la simpleza.
La democracia es para ellos una ruleta trucada donde solo se juega a rojo o negro o par e impar. No se propone, no se negocia, no se transige, todo debe concluir en plebiscito, donde sitúan la opción entre los de arriba los de abajo, los unos y los otros, la élite y el pueblo,…
Grecia fue el laboratorio, y de sus estudios clínicos se empezó a comercializar un nuevo medicamento que afecta al sistema inmunológico de la democracia: El Encabrona mendacium 1 gramo.
Los visitadores, con este seudo revolucionario medicamento, vociferan fórmulas magistrales de simple composición, pero que se publicitan a modo de la Panacea Universal.
Así los efectos secundarios de este más que cuestionable medicamento son:
Visión borrosa (de los problemas), posibles episodios de paranoia (frentismo entre los unos y los otros o los de abajo y los de arriba), y una más que preocupante dislexia política.


Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza
(Antonio Gramsci).

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