Puestos a no ponerse de acuerdo, si quiera ha sido posible acordar el
limitar el gasto electoral para abordar la próxima campaña electoral.
El próximo 26 de junio los españoles deben volver a acudir a las urnas
después de la imposibilidad de formar gobierno después del 20 de diciembre
La sociedad ha puesto su foco en los gastos de campaña de las formaciones
políticas que concurran a dichos comicios, pese que, en comparación con los
gastos operativos de su celebración son sensiblemente menores que estos.
Dentro del debate los hay que enarbolan
la bandera de la austeridad y el compromiso con la situación de crisis del
país, la cual comparto, pero también se ha abierto un amplio espacio en el que conviven
quienes directamente opinan que con
crisis o sin crisis es un gasto superfluo.
Es verdad que hay aspecto que atañen a las campañas electorales que son
absolutamente prescindibles, pero si atendemos a lo que los estudiosos del comportamiento
de los ciudadanos ante las campañas electorales, parece que nos dice todo lo
contrario: En campaña electoral se
dispara el interés por la política de los ciudadanos y es cuando más
información recaban para formar su definición de voto.
Los que mantenemos la estrecha
relación entre la calidad de una democracia con la posibilidad de ejercer
plenamente el derecho al voto, hace que podamos cuestionar ese pretendido
beneficio económico de la limitación del gasto electoral a estándares democráticos
razonables.
Así en la anterior proceso electoral se puso el grito en el cielo, y con
razón, por lastrabas y desinterés del Gobierno hacia los votantes en tránsito o
residentes en el extranjero. Un avergüenza más.
Las campañas electorales son una parte importante de nuestro proceso
democrático, limitar las mismas es un riesgo para el sistema y dejar en manos
privadas la práctica formación del cuerpo electoral. El ciudadanos que vive la
campaña, mejora su entendimiento del proceso democrático y le imbuye
directamente en que su participación sirve y mucho.
Curiosamente en los espacios
electorales menos formados es donde la campaña electoral más incentiva la participación
de estos y la generación de su propia opinión al respecto.
De igual forma actúa como corrector
de la híper presencia institucional del gobernante de turno en los medios de
comunicación, y funciona de medio óptimo de relación con el cuerpo
electoral de los partidos que aspiran a derrotar al gobernante.
En un País donde el modelo de partidos de masas hace aguas por todas
partes, el limitar o descafeinar las
campañas electorales deteriora la democracia y hace que nuestros representantes
se ahorren explicaciones que luego no se les pueda echar en cara.
Inequívocamente vamos a una
americanización de los procesos electorales, si decidimos que sea por
contribuciones privadas a las mismas ya sabemos quienes partirán con ventaja.
Defender la democracia es una obligación de todos pero más de los poderes
públicos velando para que las mismas puedan desarrollarse en igualdad de
condiciones, eso es difícil pero con el nuevo modelo será imposible.
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