“Me paso la vida pensando
cómo puede ser el hombre tan peligroso para el hombre como para que tenga que
haber siempre en medio un poder. Porque la guerra viene del poder… No hago más
que pensar en que la guerra la ha tenido que inventar adrede el poder: eso no
es cosa de gente corriente…”.
Chevengur, de Andréi Platónov, pese a su escasa
difusión por estos lares tanto de esta obra como la del resto del autor, es
considerado uno de las más grandes figuras de la narrativa del Siglo XX. Ayer
censurado y hoy olvidado engrandece su leyenda y la belleza de su obra.
Chevengur es un dramático y emotivo análisis
crítico de una sociedad desesperada en el intento infructuoso de la creación
del socialismo en su vertiente más utópica-distópica, más aun con las
referencias innumerables a El Quijote.
A mi juicio esta obra es el cimiento en que
Cuerda sustenta su “Amanece que no es
poco”: ironía, personajes entrañables, no exentos de genial locura. El final
con ese inconmensurable “Saza” en funciones de Guardia Civil disparando a un insurrecto
Sol que invierte su movimiento a Oeste Este al grito de ¡No aguanto este
sindiós” es un guiño a la obra comentada, donde el astro rey es configurado
como el motor de los hombres, restableciendo cierto Heliocentrismo en el
devenir de los hombres, y rebautizado como “Proletario Universal”. Los diálogos de los
habitantes de este pueblo rozan el absurdo en cuanto a sus reflexiones pero sus
corazones albergan la esperanza de futuro mejor.
El comunismo es una maravillosa promesa, pero nadie parece saber con exactitud
qué es, pero todos se afanan en un intento de comprenderlo. Los habitantes de
esta des localizada población están unidos por un único propósito: hace surgir
el comunismo desde la esperanza de una sociedad mejor.
Dvanov y Kopionkin son los personajes centrales de la obra en una sociedad
donde no existe el dinero ni siquiera un presupuesto, la sociedad está definitivamente
disuelta y establecido un “Comunismo Solar”. El “Sábado Rojo” es dedicado a la
cooperación, la vida en común y un mayor acercamiento entre sus habitantes, así
una de las actividades más celebradas es el de mover las casas de los vecinos
para aproximarlas entre sí para conseguir tal propósito.
Una obra maestra, de mayor
relevancia tras la dimisión del Ministro Soria que agente del capitalismo
privatizador hasta se atrevió con el “Proletario Universal”
VLADIMIR MAIAKOVSKI
(1894-1930)
¿Sabe francés,
restar,
multiplicar?
¡Declina maravillosamente!
¡Que decline!
Pero, oiga,
¿Acaso usted podría cantar en dúo,
con los edificios?
¿Usted acaso comprende
el idioma de los tranvías?
El hombre, a veces,
apenas sale del cascarón
y ya lleva libros bajo el brazo,
y cuadernos escritos.
Yo,
aprendí el alfabeto en los letreros,
hojeando páginas de estaño y hierro.
Los maestros,
toman la tierra,
la descarnan,
la destrozan,
y enseñan:
-Toda ella
no es más que un globo pequeño, redondo.
Pero yo,
con los codos aprendí geografía.
No en vano he dormido tanto sobre la tierra.
Los historiadores se atormentan con importantes preguntas:
-¿Era o no roja la barba de Barbarosa?
¡Que sea!
No me gusta meterme en las mentiras con telaraña.
Yo conozco de Moscú, cualquiera de sus historias.
Hablan de Dobroliúbov (para que lo odien)
pero su apellido está en contra,
protesta la familia.
Yo,
desde niño,
aprendí a odiar a los gordos,
a los que se venden por una comida.
Se sientan,
charlan,
y para gustarle a la dama,
hacen sonar sus pobres ideas
con sus frentes llenas de monedas.
Yo,
dialogaba sólo con los edificios,
y las tomas de agua, eran mis interlocutoras,
con la ventana del oído atento escuchando,
los techos oían lo que les arrojaba al oído.
Y luego,
de noche,
sobre una cosa
o la otra
nos pasábamos charlando,
moviendo la "sinhueso".
* * *
restar,
multiplicar?
¡Declina maravillosamente!
¡Que decline!
Pero, oiga,
¿Acaso usted podría cantar en dúo,
con los edificios?
¿Usted acaso comprende
el idioma de los tranvías?
El hombre, a veces,
apenas sale del cascarón
y ya lleva libros bajo el brazo,
y cuadernos escritos.
Yo,
aprendí el alfabeto en los letreros,
hojeando páginas de estaño y hierro.
Los maestros,
toman la tierra,
la descarnan,
la destrozan,
y enseñan:
-Toda ella
no es más que un globo pequeño, redondo.
Pero yo,
con los codos aprendí geografía.
No en vano he dormido tanto sobre la tierra.
Los historiadores se atormentan con importantes preguntas:
-¿Era o no roja la barba de Barbarosa?
¡Que sea!
No me gusta meterme en las mentiras con telaraña.
Yo conozco de Moscú, cualquiera de sus historias.
Hablan de Dobroliúbov (para que lo odien)
pero su apellido está en contra,
protesta la familia.
Yo,
desde niño,
aprendí a odiar a los gordos,
a los que se venden por una comida.
Se sientan,
charlan,
y para gustarle a la dama,
hacen sonar sus pobres ideas
con sus frentes llenas de monedas.
Yo,
dialogaba sólo con los edificios,
y las tomas de agua, eran mis interlocutoras,
con la ventana del oído atento escuchando,
los techos oían lo que les arrojaba al oído.
Y luego,
de noche,
sobre una cosa
o la otra
nos pasábamos charlando,
moviendo la "sinhueso".
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