En
un mundo global, donde la economía es el mayor exponente de dicha
globalización, nos encontramos ante la paradoja de que los ciudadanos se
desinteresan de la política, la famosa “desafección”, y a la vez los ciudadanos
manifiestan querer controlar mejor la acción pública y participar más en la
misma.
Esta
contradicción se manifiesta abiertamente con la irrupción de grupos o
formaciones populistas, sino de pura extrema-derecha, en el ámbito europeo.
Los
partidos tradicionales se han visto abocados, sin desprenderse de sus caracteres
tradicionales, a intentar mimetizarse en este nuevo escenario, pero con
resultados en casi todos los casos calamitosos. En la izquierda es aun más
grave la descomposición y desestructuración.
La
derecha, desde la etapa Aznar, intentó sustraerse al declive del modelo de
representación pactado en la transición, transformándose en una formación más “anglo”,
es decir, pese a mantener canales tradicionales de mantenimiento de afiliados,
simpatizantes y votantes (Sedes, carteles, mítines,…) configuro áreas de formación
y de elaboración programática ajenos a la propia organización, los llamados “Think
Tanks” (entre otras la omnipresente FAES).
Con
la aparición de Ciudadanos tampoco les rindo ganancias, pese a los intentos
realizados.
La
socialdemocracia no ha sabido adaptarse a la nueva realidad, o la misma es
fallida, ya que en muchos casos desde la reflexión realizada no se actuaba en la
misma dirección. Así la última etapa de Zapatero concluyó con la mayor “desafección”
de militantes y votantes que jamás había sufrido su centenario partido. Hoy en
día siguen pensando más que les pasó que Qué hacer. El culmen de dicha
desorientación, sino traición a sus ideales y programas fue la reforma exprés
de la Constitución con el Partido Popular por la puerta de atrás del
Parlamento.
La
izquierda parlamentaria, Izquierda Unida en sus diferentes expresiones
territoriales, no le ha ido a la zaga en la falta de análisis acertado de la
situación y en las respuestas ofrecidas a la ciudadanía. Es más, en este caso
no solo ha errado sino que como se dice vulgarmente “se ha dejado comer la
merienda”. No hace más de dos años las expectativas electorales hacían de esta
formación política no solo depositaria de un aumento importante de votos, y por
ende de representación institucional, colocaban a IU simplemente como sujeto político
central de los cambios a abordar en España.
La
aparición de Podemos, si bien en principio pudo valorarse como sorpresiva (otro
error de análisis) pronto se tornó en el principal elemento fagocitador de la Izquierda,
con la más que inestimable ayuda de importantes medios de comunicación.
En
una especie de “remake” de ¿Quién puede matar a un niño? Estos dinámicos e impolutos
inocentes persiguen con saña todo aquello que tenga relación con esa generación
de “setenta y ochistas”. Hasta el propio PCE en esta a vorágine, a modo de los Procesos
de Moscú, sin despeinarse y de un plumazo renuncia a su papel político histórico.
Total
falta de de reflejos de la Izquierda. Con suma facilidad han ido ocupando los
espacios tradicionales de la misma, la calle, los ciudadanos cabreados, los
movimientos sociales,.., incluso espacios hace poco tiempo tenidos por
inexpugnables: Los sindicatos de clase.
A
tal espíritu rupturista y avasallador solo le faltaba una cosa. Un cuerpo, y
decidió con el beneplácito de la dirección federal de Izquierda Unida y
espacios muy limitados de militantes, sino asaltar los cielos por lo menos sí
el Olimpo (calle de la sede de Izquierda Unida), y le ha salido bien dicho sea
de paso.
Este
asalto, que no ocupación, es 3. m. Baile o diversión que organizan
varios amigos en una casa particular conocida, sin avisar previamente al dueño.
Y
como tal el baile concluyó, como se esperaba: sin comida ni bebida, destrozos
varios,.., es decir la juerga a costa del otro.
Hoy
ya todo es Historia, el Mesías ha ganado al Ungido.
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