La gente corriente cada vez 0bserva los asuntos públicos, y de entre ellos las acciones de los políticos, con mayor desapego y hartazgo.
Es como si fuesen consideradas como fenómenos naturales que por imprevistos y en algunos casos dramáticos no quede más remedio que soportarlos.
Los medios de comunicación colaboran de forma voluntaria y a favor de obra a este inquietante estado de apatía y fatalismo al que han sumido a la sociedad española.
Nos ofrecen de igual forma una inundación en China que un ayuntamiento en pleno, es decir, políticos, técnicos, y todo pichi desfilando por los juzgados.
Un terremoto, por devastador que sea, es servido a la vez que el patético espectáculo de elección del presidente de una caja de ahorros.
La sequia permanente de Africa, sinónimo de hambruna crónica de un continente, se nos presenta, sin sonrojo previo, a ver a tres golfos sentados en un Parlamento o cambiando Alcaldes.
Pretenden que nos quedemos en casa a ver si escampa, y yo me rebelo y me reitero, a la calle ya es hora de salir a cuerpo.
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