viernes, 21 de octubre de 2016

De como NO todo no empezo con Kevin Roldán sino con Cayo y de como la Universidad de Salamanca se hermana con la Autonoma de Madrid



No cunda el pánico es una protesta estudiantil
El 16 de junio de 2011 una gran parte de los medios de comunicación se hicieron eco de un hecho que cuando menos se pudiera considerar como insólito, para mi absolutamente indecente, por a quien le ocurrió, donde ocurrió y con quien aconteció:

El país publicaba: “Le llamaron "oportunista", le zarandearon y le echaron encima una garrafa de agua. A él y a la veintena de periodistas que intentaban grabar o tomar nota de su declaración.”

El personaje que sufrió la ira amorfa, por un grupo de los allí presentes no era ni Felipe González ni Juan Luis Cebrián.

Ni más ni menos era el compañero Cayo Lara, a la sazón en dichas fechas Coordinador General de la hoy fagocitada Izquierda Unida.

Cayo, estupefacto pero con gran temple, declaró: "Estamos luchando también desde Izquierda Unida, nuestra gente está también en Sol, y en las asambleas de los barrios. Si alguien nos quiere excluir, se equivoca".

Aquí un joven ofreciendo agua a Cayo ¿Con gas o Sin gas?
Ese mismo día José Coy desde Murcia, en esos días referente del emergente movimiento, lejos de condenar el hecho solo mostró cierta lastima hacia el agredido: "Hoy ha sido patético que algunos se hayan metido con Cayo [Lara]. Pero intentaremos controlarlo porque nuestra expansión es ya imparable".

En febrero de 2015 tras el abandono del sector de Tania Sanchez en Madrid, Cañamero en Andalucía, en Murcia el aludido en párrafo anterior decide seguir dicha senda con las siguientes manifestaciones: El veterano activista deja IU ante “la deriva” de la dirección federal, a su juicio “sorda, ciega y muda”.

Hoy Carmena proclama a los cuatro vientos el fin de la democracia representativa y preconiza: "El camino va por el empoderamiento personal, por el poder del individuo". Desde Sevilla nos llegan las siguientes reflexiones: “El objetivo no es representar, ni siquiera representar mejor. El objetivo es abrir las puertas de las instituciones para que sean ocupadas masivamente por la gente.

Que cada ciudadano y ciudadana (no utilizo este desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina, pero como me cae tan mal Pérez Reverte, hoy si lo hago) tenga sus propias opciones ideológicas o políticas, lejos de parecerme mal, entiendo que son imprescindibles, lo que no soporto son a esos voceras que en nombre de que “no sé qué gente” o “no sé qué los de abajo”, santifican escenarios imaginarios que conducen a los individuos a la posible realización de actos no desaables en términos democráticos. La excusa es infantil: Es que lo ha dicho Pablo o Carmena.

Que tenga que salir al paso de lo acontecido en recientes fechas en la Universidad Autónoma por sus innegables connotaciones fascistoides ya me vale, que además sea con la presencia de los sujetos en cuestión más me jode, pero la proliferación de este tipo de comportamientos en cualquier manifestación social produce miedo y vértigo.

En Barcelona en la controvertida Exposición voltean a ex IU que allí se encontraba al grito de fascista. Por muy mal que me caiga el sujeto en cuestión si algo no es, es fascista (Ramón Luque). En misma ciudad vemos a unos pros taurinos celebrar con españolidad y consabidos exabruptos la Sentencia del Tribunal Constitucional frente a los animalistas.

En Alsasua, a la espera de esclarecer los hechos, una masa amorfa acorrala y agrede a dos parejas.

Que la violencia acompaña al hombre (y a la mujer) desde que como  tal existimos están de acuerdo hasta los evolucionistas como los creacionistas. Que la violencia forme parte de un pensamiento político es exclusivo de las ideologías más deleznables que dieron más que probada eficacia en el pasado siglo en crueldad, miseria y muerte.

En recientes fechas se conmemoraba otro acontecimiento en un espacio universitario. En el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, Miguel de Unamuno soportó un “escrache”. Se le señaló y no hizo falta advertirle del pim, pam, pum, dos meses después falleció.

Entre abucheos, gritos y zarandeos declamó que vencer no es convencer y de que el odio no tiene ninguna capacidad de convicción.

A Pablo le ha hecho gracia la “gamberrada” de la muchachada. Unamuno todavía se está “escojonando” haya donde more: Como son estos “militarotes” les van a cascar cuarenta años y todos miran a otra parte.

Lo de la Autónoma y Salamanca, la misma mierda es.

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